De Enero a Abril pensabas que te tenías resuelta. Cada rincón colonizado y todos tus secretos traídos a la luz. Saliste en Julio dándote cuenta que no hay mayor misterio para ti que ti misma y que accedes a aquellos misterios a través de los que has invitado a mirarte más de cerquita. Ellos guardan gestos tuyos que nunca conocerás, miradas de las que nunca serás testigo. Ahí, en ese espacio de compartir, hay miles de sucesos invisibles donde el contenido sobrepasa las palabras. Se siente pero no se tiene registro. El lugar de los secretos compartidos.
En Agosto acompañada usualmente de los atardeceres, no podías evitar sentir cómo se te estremecía y temblaba el corazón. En estos momentos buscabas agarrarte duro de quien o lo que pudieras, esperando genuina y tercamente que de esta forma desviabas tu camino a ese encuentro inevitable con tu desasosiego. Cuando terminó Agosto llegó el mes de Septiembre; Septiembre fue mucho peor que Agosto. En Septiembre, fue inevitable sentir un dolor que comenzaba como un pinchazo en el pecho y terminaba como un vacío en el estómago. De Agosto ya habías aprendido que las búsquedas desesperadas siempre eran inconclusas. Entonces ahora, solo cerrabas los ojos y esperabas a que pasara. Poco a poco, despacio, este dolor se alejaba.
En Octubre, en medio de lluvias pasajeras te diste cuenta que por más fuerza que realices, lo que se quiere ir se va ir. Que quizá el camino es dejar de resistir el sentir, darte la posibilidad de derrumbarte. Ahí viendo la realidad a la cara, empezaste a ver más claro. Cuando decidiste estar presente, aceptaste la posibilidad de ausencia. Decidirías lo mismo infinidad de veces más. La tristeza está ahí para mostrarte que cargas con personas en tu corazón. Que lindo que algo te importará tanto que doliera. Pero un sentimiento no te define, es real pero pasajero. Siempre tienes la capacidad de repensarte, de destruir y construir sin que se sienta devastador.
En Noviembre, aprendiste a protegerte sabiendo que eres la única que tiene la capacidad de hacerlo. Bailaste finalmente con la incertidumbre viendo la magia que hay en el misterio. Reconociste que todo sucede una sola vez, constantemente pasando y yéndose al mismo tiempo, naciendo y muriendo. Empezaste a celebrar los nuevos espacios que se abren en tu vida, viendo ahora las ausencias como espacios nuevos de creación. En ese momento te reencontraste con personas que te hicieron sentir que la realidad puede ser mejor que las posibilidades que tu imaginación te había ofrecido.
En medio de Diciembre descubriste que cuando conectas contigo te expandes. Sientes la vida que emana dentro de ti. Diluyes tu identidad, con todas sus narrativas del pasado y prejuicios del futuro y te entrelazas por un momento con todo lo que existe a tu alrededor. Te vuelves energía, una fuerza completamente endógena e imparable. Fue así como de repente, despidiendo el año, supiste que uno más uno no siempre es dos y que uno puede ser infinito.
Feliz regreso,
a ti.
2022